Día 119 - Amargura y desilusión (Parte 2)
Viernes 🌥️🌡️3°
Hoy es 29 de Abril de 2022
El Señor busca corazones desilusionados que navegan desesperados.
La Bitácora 📝⛵️
Hoy me he levantado temprano, esperando ver el cielo azul y claro, pero... ¡Qué desilusión! Está todo nublado y sigue haciendo mucho frío por estos lados.
Sigo pensando que:
La amargura y la desilusión enfrían el corazón, traen dolor, separación, pero además rompen toda dulce comunión.
Ayer comencé hablando de un tema que para mí es extraño, y que al mismo tiempo hace mucho daño: "La Primavera de cero grados."
Si has leído lo que ayer escribí en la Bitácora recordarás que lo relacioné con la amargura y la desilusión, dos cosas que también deberían ser extrañas en una congregación porque congelan el corazón.
Hablar de "Primavera" es hablar de un nuevo despertar, volver a comenzar, florecer, reverdecer, volver a nacer. Hablar de cristianismo es hablar de lo mismo.
Quien dice tener a Cristo en su interior debe haber experimentado un verdadero cambio que se refleja en su exterior.
Todos deberían poder ver en el cristiano un rostro renovado. Un amor que no se compara con el de cualquier otro ser humano.
Pero esto no se trata de religión, ni se trata de un esfuerzo por cumplir con todos los preceptos, o los diversos sacramentos.
El Cristianismo verdadero no es el resultado de mi propio esfuerzo por imitar a Cristo en todo momento.
El Cristianismo verdadero no es una mejora voluntaria siguiendo las enseñanzas de Jesús en la montaña.
En realidad el Cristianismo auténtico viene como resultado de un nuevo nacimiento.
Una persona llega a experimentar una vida nueva y extraordinaria, como resultado de la fe en la Sagrada Palabra.
Muchos piensan que es cristiano aquel que fue bautizado desde pequeño.
Otros piensan que un cristiano es todo ser humano que nace en esta tierra.
Pero también están aquellos que piensan que, por ser parte de una familia que todos los domingos va a la Iglesia, ya ha recibido el cristianismo por herencia.
Es fundamental aclarar que:
Solo es cristiano aquel que ha vuelto a nacer por medio de la fe en Jesús como Salvador.
Es cristiano quién ha experimentado la primavera en su interior y ha nacido de nuevo por el Espíritu de Dios.
Cristiano es aquel que, reconociendo su pecado y su perdición, se vuelve a Cristo por fe, buscando el perdón.
Pero es muy real lo que dije ayer y hoy lo vuelvo a mencionar:
No puedo entender que se diga que la primavera ha llegado y sin embargo siga todo congelado, con un frío de cero grados.
No puedo entender tampoco que yo diga ser cristiano y tenga muchas veces el rostro tan amargado.
No puedo entender que la desilusión, la tristeza, la ansiedad me roben el gozo el amor, la paz.
No puedo entender que en mi vida otros encuentren tanta frialdad.
Me pregunto con honestidad:
¿Qué me ha pasado en realidad?
Ayer comencé a leer lo que ocurrió con dos personas que decian ser cristianas. Por lo menos seguían a Jesús con los demás, pero de pronto se apartaron, se fueron por otro camino. Estaban desilusionados. Estaban amargados, se sentían estafados.
Ayer dije que ellos consideraban que Jesús era el Mesías tan esperado, pero ahora que lo habían visto crucificado y sepultado realmente estaban decepcionados.
Ellos formaban parte de un pueblo que estaba siendo controlado por un enemigo malvado y querían ver a este enemigo derrotado por el paladín que había llegado.
Ellos tenían la esperanza o la ilusión que Jesús sería un Salvador como David, matando al Gigante, pero lo que sucedió, los frustró bastante.
¡El Paladín ha muerto crucificado!
Pensemos que para ellos todo se derrumbó en tan solo una semana. Todo aquello por lo que habían vivido y habían luchado, ahora se ha perdido, ha sido destruido.
¿Qué es la desilusión?
La desilusión es lo mismo que la decepción, el fiasco, el desengaño. Es lo que me ha sucedido en estos días cuando esperaba sentir el calor, el aroma de alguna flor, el sol devolviendo el color, pero todo lo que recibo es frío y más frío a mi alrededor.
La frialdad espanta y entristece. Es muy triste ver esto dentro de la tripulación de una embarcación, o de una congregación que dice navegar con el Señor.
Es algo tan inesperado como la nieve que llega en pleno verano.
Cuando las personas se acercan a una iglesia esperando recibír amor, perdón, compasión, restauración, pero todo lo que reciben es crítica, murmuración, juicio, condenación. Se llevan una terrible decepción. Parece que la gracia y la verdad se han desvanecido.
En algunos sitios puedo ver que solo el dedo de la ley se mantiene vivo. El frío del juicio y el martillo constante de la condena se escuchan cada domingo antes de celebrar la cena.
Todo esto ha traido a la Iglesia un frío que congela las venas. Todo se arruina y muchos se decepcionan. Al final algunos se apartan y otros abandonan. Lo más triste es ver que los que están al frente no se dan cuenta que ya la sala está desierta.
Se creen fieles y perseverantes, mirando siempre hacia adelante, pero si se dieran vuelta se darían cuenta que uno más se ha ido por aquella puerta que antes siempre estaba abierta.
Vuelvo al pasaje de ayer en Lucas 24 y leo el relato desde el comienzo:
Lucas 24:13-16
"Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban hacia un pueblo llamado Emaús que queda a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado.
Mientras discutían, Jesús mismo se acercó y empezó a caminar con ellos, pero no les fue permitido reconocer que era el Señor."
Observo que aquel día era un domingo en la mañana, es decir cuando todos los seguidores de Jesús se congregaban, pero estos dos discípulos ya no estaban. Se marcharon a Emaús, escapando de la Cruz y lejos de la tumba de Jesús.
Dime amigo querido si te ha pasado lo mismo. Te sientes defraudado, traicionado, engañado, desilusionado. La Iglesia no es lo que te contaron o no has experimentado ese amor que tanto habías esperado. Ahora te encuentras frío y con el corazón amargado.
Tal vez todavía no te has ido. No te has apartado, pero estas sentado muy al fondo, solo en un rincón, cabizbajo. Tu cabeza está inclinada. Desde adelante piensan que estás orando, pero en realidad estás roncando. Todo te parece aburrido y estás muy distraído.
Entiendo lo que te está pasando. Déjame decirte que yo me he sentado en tu mismo lugar. He vivido el más duro invierno.
Hubo un tiempo donde por fuera parecía despierto pero por dentro estaba tan dormido que parecía un muerto.
Dejaré por aquí la Bitácora de hoy. Mañana seguiré considerando este tema del que vengo hablando.
Solo te dejo un pensamiento final.
Debes saber que no existe un lugar tan bajo en el que puedas caer, del cual Dios, por su gracia, no te pueda socorrer.
No existe un mar tan lejano en donde puedas navegar, como para que el Capitán no te pueda alcanzar.
Debes saber que es el Señor quien ha salido a buscarte. Todavía no lo puedes reconocer, pero estoy seguro que solo Él te puede hacer volver. Su Palabra te puede hacer renacer.
Hasta la próxima.
Gerwuer.
Para leer la Bitácora de ayer toca 👉 aquí.
Lectura Anual 📖
1 Crónicas 19 la 21
Las palabras que hoy he leído, han traído tanta paz a mi corazón, gracias hermano mío, por el aliento a través de tus líneas.
ResponderEliminarMuchas gracias, Germán, por esta bitácora. Dios renueve nuestras fuerzas para servirle y agradarle como Él desea.
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