Cuando las olas nos arrebatan lo que tanto amamos. Un tiempo a solas con el Buen Capitán Lectura: 1 Juan 3:3
Cuando las olas nos arrebatan lo que tanto amamos, no perdamos la esperanza en el Capitán del Barco.
Un tiempo a solas con el Buen Capitán.
Lectura: 1 Juan 3:3
“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”
(1 Juan 3:3)
Hoy sigo navegando por este mar de la vida junto al Buen Capitán.
Esta es mi hora quieta, mi momento a solas con Dios, mi hora silenciosa… lo que muchos llaman el devocional.
Desde hace un tiempo me propuse leer la primera carta de Juan, un versículo por día. Después de meditar y reflexionar, me siento a escribir y compartir con quien desee leerme y acompañarme en esta travesía.
Hasta ahora, pocos se han unido a este viaje, pero entiendo que no lo hago para que me sigan, sino porque para mí es un gozo. Si estas palabras animan o bendicen a alguien, toda la gloria es para Dios.
Esta mañana me toca meditar en 1 Juan 3:3:
“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”
¿De qué esperanza nos habla Juan?
Juan está hablando de la certeza de que Cristo volverá, de que le veremos cara a cara y seremos transformados a Su imagen. No es una esperanza débil o vacía: es una convicción firme.Los cristianos del primer siglo estaban viviendo tiempos muy difíciles. Pedro también escribió sobre el sufrimiento y la confusión que traen las pruebas. En ese contexto, Juan levanta la voz para recordarles: “¡Miren cuán grande es el amor que Dios nos ha mostrado! ¡Somos hijos de Dios!” (ver 1 Juan 3:1-2)
¡Qué difícil es levantar la mirada cuando la tormenta nos azota!
¡Qué difícil es recordar ese amor cuando todo parece oscuridad a nuestro alrededor!
Pero justo ahí, en medio de la aflicción, Juan nos invita a no olvidar quiénes somos… y lo que viene.
Y agrega en el verso 3: “Todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica.”
La esperanza verdadera no es pasiva. Nos transforma, nos limpia, nos centra.
Purificarse es renovarse, volver al foco principal. Es alinear nuestra mirada con la del Capitán. Es dejar atrás la amargura, la duda, el ruido mental que nos contamina.
Una de las áreas que más necesita limpieza es nuestra mente. Porque en el dolor, nuestros pensamientos pueden desviarnos, alejarnos de la verdad.
El enemigo susurra: “Dios no te ama…”
Pero Juan responde desde el timón: “¡Sí te ama! ¡Eres su hijo!”
Por ahora, navegamos en un mar donde todo se ve oscuro muchas veces.
Debo admitir que la vida en este océano no siempre es agradable. Hay momentos de gran alegría, de gozo inmenso, como cuando vemos nacer a nuestra hija o hijo.
Pero, ¿qué pasa si, mientras navegamos, una ola repentina nos arrebata a esa criatura que tanto amamos?
¿Cómo seguir confiando, cantando y adorando cuando, en un instante, una vida se pierde?
Hablar de esto es duro, pero es tan real… La vida en este mar trae dolores profundos. Vienen tormentas violentas, se alzan oscuros nubarrones y no vemos tierra firme por ningún lado. Estamos empapados, agotados, y de pronto, cuando menos lo esperamos, una ola nos quita lo que más amamos.
Ayer tuve la oportunidad de encontrarme con una hermana muy querida. Ella atraviesa un dolor inmenso porque el amor de su vida cruzó al otro lado. Subió a la pequeña barca de madera y navegó hacia la otra ribera.
Ella me compartió que, junto a su esposo, vivió tiempos maravillosos: días de sol brillante, brisa fresca y una vida que parecía eterna.
Fueron 50 años preciosos sirviendo juntos al Capitán. Pero llegó la hora de la mayor tristeza, cuando el corazón se parte en dos.
Esta mañana supe de otra situación dolorosa, tal vez debería decir espantosa.
Un marinero querido, un hermano que navega en otra región, fue sorprendido por un ciclón feroz. Un viento huracanado le arrebató a su hija amada en un accidente violento que le rompió el corazón.
Cuando estas cosas suceden, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo seguir adelante?
A veces, podemos sentir que al Buen Capitán no le importamos. Somos tantos en este mundo… ¿qué más da si un marinero se pierde?
Cuando Dios permite estas pruebas tan dolorosas, es natural preguntarnos: ¿Nos escucha? ¿Le interesamos?
En medio del dolor que nos ahoga el pecho, podemos sentirnos solos.
Querido marinero que hoy sufres, quiero recordarte lo que dice Juan:
Mira cuán grande es el amor que Dios nos ha mostrado.
Somos sus hijos. Ya no esclavos, ya no huérfanos… hijos amados.
Cuando la vida en este mar termina, los que quedamos no vemos lo que pasa al otro lado.
Pero recuerda:
si alguien parte junto a Jesús, ya está seguro.
Nos duele la forma y el momento de la partida, pero sabemos que han dejado de sufrir las tormentas de esta vida.
Hoy, el Capitán está a tu lado, deseando abrazarte fuerte.
No dejes que la duda te ciegue o nuble tu mente.
Permite que Dios te envuelva en Su consuelo.
Él sabe lo que es perder, pues entregó a Su Hijo en la cruz.
Conoce el dolor desgarrador, pero también la alegría de la resurrección.
Los que creemos en Jesús tenemos una esperanza gloriosa, y el versículo de hoy me lo recuerda:
Todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica.
Tanto hoy, como ayer, las olas siguen arrebatándonos cosas que amamos.
Quizás a ti te ha golpeado una tormenta que no viste venir.
Quizás perdiste algo o a alguien y te preguntas: “¿Dónde está el Capitán? ¿Aún me ve? ¿Le importa mi vida?”
Tal vez ahora estás luchando por mantenerte firme, por no rendirte.
¿Tienes una verdadera relación de amistad y comunión con el Buen Capitán?
¿Tienes esa esperanza que purifica la mente y fortalece el corazón?
Cuéntame cómo estás. Escribe tu comentario, comparte cómo lo estás pasando. Con gusto te responderé. Puedo orar por ti.
Te abrazo fuerte en estos momentos.
Te saluda:
Gerwuer ⛵️, el navegante, siguiendo siempre al Buen Capitán y Comandante.
Comentarios
Publicar un comentario
Libro de Visitas:
Muchas gracias por dejar tu comentario.