Un Jueves de espanto que algunos llaman Santo.


Marinero que navegas por los mares de la vida ¿Estás buscando las cosas de arriba? ¿Eres fiel al Capitán del Velero? ¿Sigues navegando a su lado o hace tiempo que tú corazón se ha enfriado?

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Donnerstag (Jueves)

🌧️🌡️7°⛵️

Este es un Jueves de espanto y a decir verdad tiene poco de santo.

¿Estás despierto, sigues con los ojos bien abiertos o ya estas muy dormido?

¿Dónde está tu corazón en esta mañana? ¿Qué estás buscando en realidad? ¿Qué estás planificando para el fin de semana?


¡Cuántos han estado esperando con muchas ganas la llegada de esta semana para poder salir, disfrutar, viajar!


Semana santa se ha convertido en sinónimo de vacaciones. Las empresas de turismo tienen grandes promociones. 


Yo he venido pensando en lo que pasó Jesús en esta semana, y especialmente en este día sabiendo que se acercaba la hora de entregar su vida.


Este es un jueves que se suele llamar Santo, pero en realidad, para Jesús y los demás es un Jueves de espanto, pensando en lo que sucederá luego de haber estado cenando en el aposento alto.


Jesús conoce muy bien a cada uno de sus discípulos. Ya sabe lo que Judas está tramando y sabe que Pedro lo estará negando. Además sabe que los demás se apartarán. 


Pero el mayor espanto y el mayor dolor vendrá en la cruz, allí se sentirá solo, desamparado y clamará:


“...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

(ver Marcos 15:34)


Jesús sabe perfectamente que el Padre lo ha enviado y que debe soportar esta hora de la prueba, aunque duela. Él sabe que todo esto es necesario, porque así está escrito y ordenado desde el principio. Un cordero debe ser sacrificado, el madero, con su sangre, debe ser marcado y todos los que en Él crean serán salvos. 


Leamos juntos lo que nos cuenta Marcos sobre este jueves de espanto.


“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?

Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y donde entrare, decid al señor de la casa: 

“El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?”

Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.

Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.

Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.

Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.

Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?

El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.

A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.

Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.

Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.

De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.

Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas.

Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.

Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.

Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.

Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.

Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.

Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.

Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora.

Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.

Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?

Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.

Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.

Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.

Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.

(Marcos 14:12-42)


Todo comenzó bien, de una manera normal. Los discípulos reunidos para celebrar la Pascua tradicional.


En la ultima cena pasaron algunas cosas que Marcos no nos cuenta, pero sabemos que aquella noche los discípulos quedaron espantados con lo que escucharon: ¡Tenían un traidor en el grupo y nadie lo había reconocido... Lo peor de todo es que, el muy cretino, estaba celebrando con ellos está última cena tan especial como si fueran buenos amigos. ¡Qué espanto!


Otra cosa que seguramente los espantó fue ver cuánto les faltaba por aprender. Se podría afirmar que estos 12 eran servidores que no servían. Colaboradores que no colaboraban. Con espanto debo decir que lo mismo suele ocurrir entre los marineros del velero que con sus actitudes dicen ¡Yo Primero!


Esto pasa cuando solo pensamos en nuestra comodidad, nuestra felicidad, nuestro bienestar... simplemente nos ponemos en primer lugar.


Recordemos, en este Jueves de espanto, que Jesús, el Señor, se puso en último lugar como el más humilde servidor. Es algo de no creer que el mismo Rey del universo le esté lavando los pies a sus siervos.


La hora de mayor espanto en este jueves que llamamos Santo, creo que llegó cuando en el monte de los olivos los discípulos fueron sorprendidos completamente dormidos.


El Señor les pidió que oraran y velaran, no que roncaran.


Aquella noche tiene que haber sido espantosa y dolorosa. Jesús orando y sudando como grandes gotas de sangre... Hablando a solas con el Padre. Es notable que nuestro Salvador, postrado en oración, pudo soportar la copa amarga del dolor.


Quisiera resaltar que aquí hay otra lección para recordar:


En tu noche más espantosa, no dejes de orar para poder soportar. Pídele a Dios que cambie la situación, si es que la quiere cambiar. Puedes orar y hasta llorar, pero deja que el Padre Celestial tome la decisión final.


No te olvides, la única forma de superar un jueves de espanto, es pasar mucho tiempo orando.


He dejado algo para el final y quisiera llevarte a pensar que, aquella noche, Jesús, con tanto amor, al mismo Judas traidor le lavó los pies, le dió de comer su pan y su vino, lo sirvió sin mostrarle mala cara, pero Judas ya tenía otros planes para el fin de semana. Ningún gesto de amor le haría cambiar su opinión. Todo demuestra que la prioridad para Judas estaba en el dinero y no en las cosas del cielo.


Para pensar:

¿Qué tienes planificado para este fin de semana largo? ¿Tendrás un tiempo para estar con el Señor, darle gracias y adoración por su amor y salvación o tienes pensado algo mejor?


Abrazo fuerte 🫂 y recuerda navegar diariamente en sentido contrario al mundo y su gente.


Gerwuer ⛵️

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