¡He vuelto a caer! ¿Qué debo hacer?

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Ver un nuevo amanecer me dice que hoy puedo volver a empezar. No todo está perdido si es que todavía estoy vivo.

Doy gracias a Dios que me permite avanzar un poco más, siguiendo este recorrido por el mar de la vida.

Al navegar cada día se presentan sacudidas y en más de una ocasión puedes dar un tropezón.

Hoy me planteo la siguiente pregunta: 

¿Qué debo hacer si he caído?

La respuesta puede parecer muy obvia pero, según puedo ver, con algunas caidas nos cuesta hacer lo que debemos hacer. 

Como se suele decir, "caerse está permitido", más de uno ha tropezado avanzando por el camino, pero levantarse no es una opción, más bien es una obligación.

Si has errado, si has tropezado, no puedes quedarte tirado.

Si has caído te debes levantar y debes continuar. 

Es verdad que los errores, las caídas, los fracasos, los pecados que hemos cometido, nos dejan doloridos.

Nuestras faltas se acumulan y nos dejan deprimidos. Viene la humillación, la vergüenza y la mala reputación cuando hemos cometido una mala acción.

Muchos aprovechan la oportunidad para tirar piedras sobre aquel que ha fallado y tratan de sepultar al que ha obrado mal.

Es verdad que el pecado siempre debe ser juzgado y condenado.
Hay gente que está muerta en sus delitos y pecados.

Pero recuerda tener cuidado con sepultar a alguien por su pecado.
Cuando sepultas a alguien, arrojándole tierra, eres tú el que se queda con las manos negras.

Ya lo he dicho y lo sé por experiencia, los pecados traen dolor y vergüenza, pero quien busca el perdón del Señor encuentra que su gracia es mayor. 

Como dice una hermosa canción de Santiago Benavides, basada en las Palabras de Pablo a los Romanos:

"Si por la transgresión de un hombre la muerte reinó, cuánto más en Jesús nos es dada la gracia de Dios.

Donde abundó el pecado fue mayor su amor, la gracia sobreabundo"

Si mi querido amigo, mi querido hermano, donde el pecado abundó la gracia sobreabundo. 

Con letras grandes quiero repetir la última parte de la canción:

"DONDE ABUNDÓ EL PECADO, FUE MAYOR SU AMOR, LA GRACIA SOBREABUNDO"

El amor de Dios es mayor que el mayor de todos mis pecados.

Hoy quiero expresar una vez más que en Jesús hay sanidad, hay restauración, hay libertad y por sobre todo hay salvación para el que se vuelve a Dios pidiendo perdón.

Es bien sabido que todo aquel que mantiene su pecado escondido termina arruinado, deprimido y amargado.

David, en los salmos, abrió su corazón y nos dejó saber cómo se sintió mientras mantuvo tapado todo su pecado:

"Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano."
Salmos 32:3-4

A medida que pasaba el tiempo la situación para David empeoraba y la gente que se enteraba de su insolencia lo condenaba sin clemencia. Muchos lo criticaban y se burlaban. 

Aquellos que antes se decían amigos ahora eran sus mayores detractores. 

Esto suele pasar cuando fracasamos o pecamos. Somos despreciados y olvidados por aquellos a los que ayudamos en el pasado.

Todos disfrutan haciendo leña del árbol caído y se olvidan de los beneficios que han recibido.

David en medio de su situación buscó a Dios en oración.

Dedica un momento para leer lo que dice en este Salmo:

"Salmo de David, para recordar. Señor, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira.

Porque tus flechas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano.

Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.

Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí.

Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura.

Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día.

Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne.

Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón.

Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te, es oculto.

Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, y aun la luz de mis ojos me falta ya.

Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga, y mis cercanos se han alejado.

Los que buscan mi vida arman lazos, y los que procuran mi mal hablan iniquidades, y meditan fraudes todo el día."

Salmos 38:1-12

Pero fue entonces cuando David hizo lo mejor que podía hacer... acudir a Dios, confesar su transgresión, aceptando por fe la gracia del perdón.

"Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. 
Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado."
Salmo 32:5

¿Cómo se hace una confesión?
¿A quién se debe acudir?

Solo a Dios debes ir. Solo al Señor debes rogar y confesar tu pecado. Aunque, es verdad que, si a otros has lastimado, también necesitas pedirles perdón, para restaurar la relación.

Nunca trates de justificar tu mala manera de actuar. No quieras dar una explicación de tu fracaso o tu error. Tan solo pide perdón.

Si has obrado mal, reconócelo y pide perdón, luego aprovecha la ocasión para crecer y sacar un beneficio de la situación. Algo siempre se puede aprender de los errores que se llegan a cometer.

Para finalizar no te quedes postrado ni te quedes lamentando el pasado. 

Recuerda este proverbio ruso que se ha vuelto popular:

"Caer está permitido. 
¡Levantarse es obligatorio!"

Si te encuentras caído y te sangran las heridas, deja de lamentar, ponte de rodillas, mira hacia arriba, pide perdón y vuelve a comenzar.

Créeme si te digo que nada está perdido si tienes el valor de volver tu rostro a Dios, abrir tu corazón y pedir perdón.

Hoy puedes volver a empezar, teniendo a Jesús como Señor.  

Recuerda lo que dije al comenzar:

"Caer y volver a caer, a todos nos puede suceder, pero, si te ha pasado, no te puedes quedar postrado."


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Me despido hasta la próxima, si Dios lo permite.
Gerwuer ⛵️

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