En momentos de tristeza lo mejor es orar inclinando la cabeza. El Salmo 46 es una belleza.

 


“Dios es nuestro amparo, Dios es nuestra fortaleza, Dios es nuestra ayuda para soportar toda la tristeza.” 
Gerwuer ⛵️


Donnerstag (Jueves)

☁️🌡️-2°⛵️


Me levanto temprano, como cada mañana. Necesito estar a solas con el Capitán antes de comenzar la jornada.


Comienzo con una oración profunda y sincera:


“Querido Señor y Dios, cada mañana te busco porque necesito escuchar tu voz. Vengo a refugiarme en ti. Solo tú sabes lo que está por venir y tienes todo bajo control, pero admito que me invade el temor cuando me detengo a ver lo que está sucediendo a mi alrededor. 


Hay muchas cosas que no puedo prevenir. Hay cosas que no puedo soportar. Hay cosas que no logro controlar. Hay cosas que me lastiman y me hacen mal.


Ayúdame Señor a mantener la calma, si la tormenta hoy llega para destrozar mi alma.


Si la tristeza y el dolor quieren invadir mi corazón ayúdame a permanecer a tu lado, mi precioso Salvador.


Oh si, Bendito Dios, ayúdanos a todos los que navegamos en tu embarcación para que las aguas de la prueba y la aflicción no nos destruyan, robando toda la paz del corazón.

En el nombre de Jesús te lo pido.

Amén”


Ayer fue un día soleado pero hoy nuevamente el cielo está nublado. Todo se ve oscuro, gris, apagado. El frío que ha llegado mantiene todo congelado.


Sigo avanzando en el nuevo recorrido de este año y me vuelvo a preguntar lo mismo que me preguntaba días atrás:


¿Con qué me encontraré?

¿Qué situación hoy enfrentaré?

La verdad es que no lo sé, pero Dios si lo sabe, por eso debo permanecer con Él.


Si hoy la tormenta llega, si la prueba me toca, quiero estar aferrado a Jesús La Roca. Mi casa puede verse sacudida por la dura tempestad, pero este fundamento es firme y al final me sostendrá.


Repasando lo que ha sucedido en los últimos días me doy cuenta que, fue justo la semana pasada cuando estaba escribiendo y pensando lo mismo que hoy estoy considerado. 


El Jueves pasado me preguntaba si a lo largo del día vendría alguna prueba, si me encontraría con algún problema. Ese mismo día ocurrió lo de Agustín Menna, el pequeño de tan solo ocho años que fue arrastrado por las aguas de un arroyo aledaño.


No puedo evitar pensar que el Jueves pasado, para este niño y su familia, todo debe haber comenzado de manera completamente normal, pero el día terminó muy mal. ¡Qué dolor! ¡Qué tormento! ¡Qué tristeza! No me los puedo quitar de la cabeza.


Aún hoy sigo pensando en ellos. Sigo orando para que encuentren la ayuda y el consuelo que viene solo del cielo.


Pensando en esta calamidad, recuerdo también a otros seres muy queridos que han enfrentado una tormenta similar. No puedo ignorar que a mí también me puede pasar. Nadie está exento de enfrentar una prueba igual. 


¡Cuántos pensamientos nos invaden cuando llegan las adversidades!


En algunos casos, con la calamidad, llega la incredulidad, el rechazo hacia Dios. El remordimiento, la bronca, la amargura, el rencor, y que se yo ... es verdad que miles de pensamientos nos atormentan cuando llega una dura tormenta.


Tal vez podría preguntarme...

¿Por qué me subí al velero? ¿Por qué decidí ser misionero? ¿Por qué escuché la voz del Buen Capitán y por fe me lancé a recorrer el mar si ahora me toca enfrentar esta dura tempestad?


Las preguntas nos asaltan cuando las cosas no salen como teníamos pensado y es entonces cuando corremos el riesgo de perder el aliento para seguir viviendo.


¡Todo se vuelve tan oscuro, tan doloroso, tan negro cuando llega el sufrimiento!


No sé nada más de la familia Menna, pero sé con seguridad que la prueba a mi vida también puede llegar, por eso aparto estos momentos para buscar al único Capitán que tiene poder para controlar el viento y el mar.


Orando y velando puedo navegar. Leyendo su Palabra puedo continuar.


En esta mañana el Señor me lleva a considerar las Palabras escritas por los hijos de Core en el Salmo 46.


Escribo los dos primeros versos usando un poco de mi lenguaje personal... pero manteniendo la idea principal. 


“Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, es nuestra pronta ayuda en tiempos de tribulación o de tristeza.

Por lo tanto no temeremos aunque el mundo se sacuda, aunque los montes se derrumben y todo termine sepultado en el mar.”

(Salmo 46:1-2)


En el versículo 3 del salmo 46 los hijos de Core siguen con la idea anterior y proclaman:


¡NO TEMEREMOS! ...

“Aunque bramen y se turben las aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.”

(Salmos 46:3)


Al final del salmo puedo leer estas palabras tan hermosas ...


“Esten quietos, y reconozcan que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; seré enaltecido en la tierra.

El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro, refugio es el Dios de Jacob.”

(Salmos 46:10-11)


En verdad es como si ahora el Señor mismo me hablara y me dijera:


“Vamos Navegante... Mantén la Calma... Debes estar quieto y tranquilo recuerda que yo estoy siempre contigo, te sostengo y no te olvido. Soy tu protector, soy tu ayuda, soy tu abrigo, pero sobre todo soy tu amigo. Te quiero siempre a mi lado, no temas te lo repito.”


Un abrazo fuerte para ti querido amigo, y para ti querida amiga que me acompañas todos los días en esta travesía. 


Gerwuer ⛵️

Comentarios

  1. Muchas gracias por el aliento diario de la Palabra!.Un gran abrazo amado hermanos Bendiciones.

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